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«El muro invisible y los retos para reformular el pacto intergeneracional»

RESÚMEN DE LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO “EL MURO INVISIBLE Y LOS RETOS PARA REFORMULAR EL PACTO INTERGENERACIONAL”, DEL COLECTIVO POLITIKON

 La crisis económica no ha afectado a todas las personas por igual. En España, los más perjudicados han sido los hogares con niños y los jóvenes en general; entre los años 2004 y 2016, la pobreza creció en 16 puntos porcentuales en el colectivo de jóvenes entre 16 y 24 años (desde el 24% hasta el 40%), más que en los segmentos de población entre 25 y 64 años (entre 7 y 10 puntos), mientras que en el colectivo de más de 64 años bajó 17 puntos (desde el 31% hasta el 14%). Y, además, somos el país europeo en el que más han crecido las desigualdades entre jóvenes y mayores. Con la crisis se ha levantado un “muro invisible” entre generaciones. Pero las causas de la creciente brecha generacional son previas: están en un estado de bienestar diseñado para resolver problemas de otra época y en un mercado laboral que no funciona.

También las transformaciones sociales han tenido su importancia en este proceso, puesto que el acceso masivo de la mujer a la vida social activa tuvo su correlato en el importante descenso de la natalidad, que en España pasó de 2,9 hijos por mujer en el año 1972 a 1,2 en el cambio de siglo y se ha situado en los últimos años en 1,3; igualmente, la edad de la mujer al dar a luz a su primer hijo ha subido desde los 25,8 años en 1985 hasta los 30,7 en 2014, dando lugar a que las mujeres sufran mucho más que los hombres los contratos precarios, los de tiempo parcial y las situaciones de desempleo, al tiempo que trasladan a sus hijos las consecuencias en forma de precariedad de las condiciones de vida y posiblemente también un déficit en su formación en edades tempranas, las más decisivas para algunas conformaciones de índole social, afectiva, educativa, etc.

Por su parte, los jóvenes actuales, nacidos entre los años 80 y 90, aunque tuvieron la suerte de crecer en un país más próspero, más libre y más abierto, se encontraron en su paso a la edad adulta en principio con los primeros síntomas de agotamiento del estado del bienestar que se había creado básicamente en la década anterior y había dado lugar a esa situación y, en la última década, con la crisis inicialmente económica y luego transformada en social y política. De esa forma, se dio lugar al surgimiento y crecimiento de sentimientos de frustración, desesperanza e indignación cuyo encauzamiento político no ha contribuido a la búsqueda de soluciones sino a la profundización en una crisis institucional de España, para la cual las recetas anteriores no pueden funcionar.

Todo ello, además de lastrar las posibilidades de colaboración social en la búsqueda de soluciones adecuadas, ha creado barreras y ha abonado mentalidades que, latentes en buena parte de la sociedad española a través de la historia, no están alineadas con los principios que rigen en las sociedades de nuestro entorno y parecen querer insistir en la vuelta a modelos sociales que las transformaciones de las últimas décadas en buena parte del mundo desarrollado parecían haber puesto en decadencia.

Las políticas públicas, que no tuvieron en cuenta los primeros síntomas de agotamiento del estado del bienestar, no han impedido el crecimiento de las desigualdades y otros efectos perniciosos en la sociedad española; nuestro país es el segundo en Europa, después de Bulgaria, en el que el gasto público ha tenido menos impacto en la reducción de la desigualdad, pero ese impacto ha sido muy diferente según edades. En una muestra de doce países de la Unión Europea, mientras que España ha sido el sexto en el que las transferencias sociales han tenido más impacto en la reducción de la pobreza entre los mayores de 64 años, entre los jóvenes de 18 a24 años es el último y entre los menores de 18 el penúltimo.

Por otro lado, entre los países de la OCDE, España forma parte del trío de cabeza, junto a Portugal y Bélgica, en el que los estudiantes que son objeto del informe PISA son más repetidores de curso y el primero en el que hay más brecha entre los estudiantes de familias pobres y ricas, a igualdad de resultado del informe, que son repetidores: seis veces más entre los primeros que entre los segundos.

En este último aspecto, Andalucía es la comunidad que queda mejor situada de las 17 españolas; según los dos últimos informes PISA (años 2012 y 2015), la probabilidad de haber repetido curso se mantuvo por debajo de tres veces más entre los estudiantes de familias pobres y ricas de esta comunidad, bajando ligeramente entre ambos años, y siendo la tercera comunidad con menor brecha en el primero de los años y la primera en el segundo.

En definitiva, el muro invisible que separa a las generaciones mayores de las más jóvenes en España se cimenta sobre aspectos educativos, su inserción en el mercado laboral, sus posibilidades de futuro, las desigualdades económicas y la configuración del estado del bienestar, creando así un reto para el diseño de las políticas públicas que deseen abordarlo y alcanzar algún tipo de acuerdo o pacto intergeneracional para ello.