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Macro, micro y competencias autonómicas

Captura de pantalla 2014-05-08 a la(s) 19.31.45DURANTE muchos años después del nacimiento de las autonomías, gran parte de las tareas y de la atención de las administraciones autonómicas se centraron en la construcción de unas estructuras que permitieran asumir las competencias que el Estado fue transfiriendo y las propias que los estatutos de autonomía fueron desarrollando.

Como en cualquier Estado federal, las políticas macroeconómicas monetaria y cambiaria, continuaron en manos del Estado. Sin embargo, la política fiscal pasó a ser compartida por las dos administraciones. El bajo nivel de deuda pública en la década de los ochenta, el elevado crecimiento económico y la intención política de los distintos gobiernos autonómicos de suministrar bienes públicos a los ciudadanos provocaron que el protagonismo de la política fiscal -vía incremento del gasto- tomara una extraordinaria dimensión. Ese protagonismo fue renovándose, año tras año, hasta el inicio de la crisis, porque las circunstancias económicas señaladas permitían el crecimiento de los presupuestos autonómicos de manera continuada.

Como sabemos, desde el inicio de la crisis, el protagonismo de la política fiscal ha cambiado de signo y está hoy sometido a restricciones muy elevadas.

Ese protagonismo y esa evolución han trasmitido a la sociedad -por boca de los partidos y de los medios- la sensación de que nada puede hacerse durante la crisis, puesto que no hay recursos o son muy escasos.

Este punto de vista, sin embargo, adolece de un defecto fundamental: que no se puede hacer nada si no hay recursos adicionales para educación, sanidad, infraestructuras, etc. Esta visión de los problemas económicos ignora que las políticas microeconómicas resultan fundamentales para la generación de riqueza y empleo a largo plazo. Durante todo el periodo de expansión económica y de construcción autonómica podían orillarse porque el incremento del gasto público tan elevado y durante tanto tiempo oscurecía todo lo demás. No queremos decir que durante todo ese periodo no existieran políticas microeconómicas, sino que presentaban un perfil secundario frente a las de gasto público.

Es ahora el momento en el que deberían cobrar todo el protagonismo esas políticas microeconómicas que afectan directamente a las empresas, a los ciudadanos y, genéricamente, a todos los factores productivos que puedan contribuir al crecimiento económico y a la generación de empleo.

No es posible, en el corto espacio de esta columna, detallarlas todas. Pero valgan dos ejemplos. Las políticas activas de empleo resultan fundamentales para reasignar la cualificación de los trabajadores. Las comunidades autónomas tienen ante sí el reto de modificarlas profundamente. Tienen que encontrar a los agentes cualificados y adecuados para implementarlas, evaluando continuamente sus resultados. En segundo lugar, ser el tercer mercado nacional debería permitir a Andalucía atraer a un mayor número de empresas para instalarse. Hay que hacerlo dentro de un nuevo marco institucional y de relaciones para evitar que se repitan los casos de Linares y de la Bahía de Cádiz que espantan -y no atraen- a potenciales inversores.

Las tareas están ahí. Son ingentes. Hay que tener voluntad política para desarrollarlas.

http://www.diariodesevilla.es/article/opinion/1732697/macro/micro/y/competencias/autonomicas.html#sSf3ZoLwTcGE1ssi