Skip to content Skip to footer

Un futuro a la vuelta de la esquina

Diario de Sevilla

12/12/2015

El futuro nunca llega. Vivimos en un constante presente que va desgranando momentos que se convierten en pasado. Sin embargo, lo que sí nos alcanzan son algunos hechos que se configuraron en el pasado y que pensamos algún día tendrían lugar. Otras veces, lo que nos llegan son sucesos que ni siquiera fuimos capaces de prever; y entonces nos encontramos frente a verdaderas encrucijadas históricas que pueden cambiar el marco de referencia previo y prefigurar futuros radicalmente distintos.

A lo largo de la historia del sector hortofrutícola almeriense nos hemos enfrentado ya a sucesos de ambas naturalezas. Por ejemplo, en los 70 tuvimos que convencer a las autoridades que las sandías se podían exportar un par de meses antes de lo que hasta entonces se consideraba normal. Ese era un cambio prefigurado, previsible y necesario. Un ejemplo del segundo tipo sería el de la transformación radical al control biológico en apenas un par de campañas. En realidad era un futuro previsto, pero nadie imaginó que se precipitara de la manera que lo hizo.

Con la campaña 2014/2015 ya cerrada y metidos de lleno en la nueva, puede ser un buen momento para echar la vista hacia atrás y hacia delante y evaluar en qué medida nos estamos acercando a los futuros previstos o de qué forma estos futuros se nos están desviando. O redibujando.

Entre las tendencias más claras en las que estamos inmersos, la del residuo cero parece ser una de las más cercanas. Poco a poco, las reglamentaciones de las diversas administraciones y las propias exigencias de las grandes cadenas están reduciendo el catálogo de materias activas utilizables. Esta nueva exigencia posiblemente obligará a una nueva revolución en nuestros cultivos, que tendrán que integrar nuevas formas de manejo y, posiblemente también, tendrá que aplicar los conocimientos que hoy se están obteniendo sobre el manejo de los suelos y de su biota.

Otra tendencia evidente, y muy relacionada con la anterior, es la de la sostenibilidad. Se trata de cerrar todos nuestros círculos de materia, reduciendo al máximo los residuos de nuestros cultivos con la transformación de los residuos vegetales en fertilizantes, su aprovechamiento energético, el reciclado completo de plásticos y envases, la compensación de las emisiones de CO2 relacionadas con el transporte y un amplio etcétera. En este terreno ya hay un camino andado, pero seguimos teniendo lagunas en algunas cuestiones. En relación a esto, debemos comenzar a articular una estrategia de uso del agua que minimice el riesgo de sobreexplotación de los acuíferos. No debemos olvidar que nuestra revolución transparente fue posible gracias al trabajo de unos agricultores esforzados, innovadores y valientes, pero también a la disponibilidad de un agua para riego de calidad. En dicha estrategia la reutilización, el ahorro (aunque cada vez hay menos margen aquí) y el uso de agua desalada tendrán una amplia cabida, así como el seguimiento constante y transparente del estado de nuestros acuíferos.

En los últimos tiempos estamos asistiendo a la caída de los precios de las materias primas, entre ellas las alimentarias. Las razones de estos descensos habría que buscarlas en la reducción de la demanda por el enfriamiento de las economías emergentes, al empeoramiento de las expectativas y a la situación de sobreproducción en algunos mercados agrarios, como puede ser el de la leche. Esta circunstancia, en un momento en el que el poder de mercado se encuentra fuertemente concentrado en manos de la distribución minorista, empuja a la baja los beneficios de toda la cadena de producción aguas arriba, hasta llegar a los agricultores. Estos, además, sufren un ‘efecto tijera’ sobre precios y costes a causa de sendos oligopolios en la demanda de sus producciones y en la oferta de los insumos necesarios. En este tipo de entornos, de rentabilidad decreciente, se produce la salida del sector de muchos agentes que no pueden soportar la presión. Muchas de las explotaciones, sin embargo, se añaden a otras más eficientes que con el aumento de dimensión intentan compensar la reducción de ingresos unitarios por la vía de unos mayores volúmenes. Así, en España hemos venido sufriendo la desaparición de explotaciones agrarias (a un ritmo de 13.800 anuales entre 2003 y 2013) y el consiguiente aumento de la dimensión media. Almería no ha sido una excepción y también está viviendo este proceso.

Este fenómeno, llevado al extremo, podría dar al traste con una de las características más singulares de nuestro modelo agrícola, como es su capacidad de distribuir renta entre muchos agentes. Un futuro de grandes empresas productoras en Almería podría estar comenzando a forjarse. Una forma de evitarlo sería la cooperación entre productores (independientemente de la forma jurídica elegida), de manera que se logren unidades de producción coordinadas de dimensión suficiente para competir en el mercado y aprovechar las posibles economías de escala. Obviamente, y como el lector ya ha supuesto, nos estamos refiriendo al proceso de concentración de la oferta.

A falta de tener pormenorizados los datos por empresas de la campaña, podemos confirmar que el proceso de concentración en Almería se sigue produciendo, aunque ya no basada en operaciones corporativas, sino por el movimiento de los propios agricultores que están votando con los pies y llevando sus producciones prioritariamente a las comercializadoras de mayor dimensión. Este curso, además, se han producido interesantes operaciones interregionales e intersectoriales que, a buen seguro, comenzarán a dar frutos en las próximas campañas. Es decir, el proceso a nivel macro se está conduciendo a un ritmo constante. Sin embargo, a escala micro (la de las explotaciones), el ritmo a lo mejor es demasiado lento como para permitir la supervivencia de muchos de nuestros agricultores.

A nivel comercial, están apareciendo canales nuevos que permiten una conexión más directa entre consumidor y agricultor. Sin embargo, dichos canales son aún de baja demanda y difícilmente van a permitir absorber toda la producción almeriense de frutas y hortalizas ni siquiera a largo plazo. En cualquier caso, pueden resultar unas vías rentables para algunas de las explotaciones, las que más fácilmente se adapten a estos nuevos canales, normalmente muy preocupados por la calidad de los productos y su sostenibilidad, o muy intensivos en el uso de las tecnologías de la información.

En este rato que usted, querido lector, ha estado prestando atención a nuestro texto, el futuro habrá avanzado algunos minutos y, a lo peor, algo de lo que hemos comentado más arriba ya estará irremediablemente obsoleto. Pero, a lo mejor, alguna otra cosa se convertirá en presente mucho antes de lo que pensamos.