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“Brexit, guerra comercial, nacionalismos y otros riesgos para el crecimiento económico”

RESÚMEN DE LA EXPOSICIÓN DE FEDERICO STEINBERG SOBRE “EL CONTEXTO ECONÓMICO Y GEOPOLÍTICO ACTUAL: DÓNDE ESTAMOS Y CÓMO SE PUEDEN COMPLICAR LAS COSAS”

El mundo actual está en una fase de transición marcada básicamente por tres grandes líneas: la convergencia económica entre las grandes áreas, la acentuación de la interdependencia entre todas ellas y el cambio de un sistema unipolar dominado por los Estados Unidos de América hacia una multipolaridad.

Los aspectos más relevantes en los que se están produciendo los cambios de ese proceso (que se acentuarán en el futuro) están en el ámbito demográfico (sociedades más pobladas, más envejecidas y más urbanas), económico-social (aumento de las desigualdades) y político (menos democráticas); el sistema productivo está siendo afectado por una cuarta revolución industrial, marcada sobre todo por la robotización y la inteligencia artificial; en el ámbito geopolítico, se producen menos guerras entre países pero más guerras civiles; se está dando un tránsito desde el multilateralismo y la cooperación internacional hacia la rivalidad multipolar, con conflictos comerciales y crisis de las instituciones económicas internacionales; las grandes áreas económicas están cambiando sus líneas estratégicas (EE.UU. se aísla, China se expande, la UE busca su lugar y Rusia pelea por encima de su peso real); el eje económico mundial se traslada desde el océano Atlántico hacia el Pacífico o desde Occidente hacia Oriente; y, todo ello, en un contexto de imperiosa necesidad de cambiar el modelo energético y de consumo, que puede considerarse implantado en casi todo el mundo, para hacer frente a los efectos del cambio climático.

En cuanto a los cambios demográficos, al auge que en las últimas décadas han tenido países como China y la India, se sumarán la mayor parte de los africanos, que hacia 2050 supondrán el 25% de la población mundial, diez puntos más que en 2010 mientras que Europa bajará hasta el 8% (tres puntos menos), lo que acentuará la corriente migratoria actual hacia nuestra zona.

Como consecuencia de la Gran Crisis iniciada entre 2007/08 y de las incógnitas que se derivan de la cuarta revolución industrial en marcha, con el aumento de la robotización en las empresas y la implantación de la inteligencia artificial, el big data y otros cambios tecnológicos, las sociedades tienden a ser más desiguales internamente sin que el abandono de la pobreza de amplias capas de los países emergentes sea percibido como algo positivo por los sectores perjudicados en los países desarrollados, por lo que la política se está viendo afectada de grandes corrientes populistas por las que se mueven con mayor soltura líderes que defienden sistemas políticos menos democráticos y que favorecen la proliferación de conflictos internos de ámbito regional o local.

La irrupción de Donald Trump en la presidencia de los Estados Unidos ha acentuado las tendencias aislacionistas en ese país, el abandono de su liderazgo mundial en la construcción de un nuevo escenario en el que el multilateralismo y la cooperación, que eran la base de la política internacional, se está sustituyendo por la rivalidad multipolar, los conflictos comerciales y la consiguiente crisis de las instituciones internacionales que garantizaban la situación anterior. Frente al aislacionismo estadounidense, China mantiene una política de expansión internacional basada en su poderío industrial pero no puede hacerse cargo todavía de la responsabilidad de liderar el mundo, mientras que la Unión Europea se encuentra sometida a presiones desde esos países pero también desde Rusia y con la corriente migratoria desde África, todo lo cual favorece el crecimiento de las tendencias centrífugas (Brexit), el nacionalismo y el populismo (Italia, Hungría, Polonia…), por lo que las elecciones europeas del año próximo supondrán un importante reto para un área cuya estabilidad, para España, es esencial en este momento de pugna interna entre el secesionismo catalán y los populismos de ambos extremos, además de la necesidad de completar la recuperación de una crisis que nos ha afectado más que a otros países de la UE.

Nuestro país ya ha recuperado el nivel de PIB existente al inicio de la crisis pero está aún a cinco puntos del nivel medio en la zona euro, gracias al crecimiento por encima de la media de los países que la integran en los últimos cuatro años; aunque se han conseguido logros relevantes (boom exportador, reducción del peso de la construcción en el conjunto de la economía y del déficit por cuenta corriente y del endeudamiento privado y estabilización del público), aún se tienen por delante retos importantes (déficit público estructural, desigualdad creciente, desempleo persistente y precariedad laboral y reforma de las pensiones) que precisan de un clima político menos conflictivo del que existe en la actualidad.

Estos retos de España se insertan en los que el propio planeta tiene ante sí a largo plazo: cómo crecer más en un mundo endeudado, cómo mantener la cohesión social ante el auge de los robots, cómo mejorar la gobernanza económica global y cómo abordar el problema del cambio climático, todos los cuáles precisan de la cooperación que hoy no existe en buena parte en las grandes economías.