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«Nueva Ruta de la Seda: un camino hacia la influencia global de China»

“Nueva Ruta de la Seda: un camino hacia la influencia global de China»

Síntesis de la exposición

La nueva Ruta Terrestre y Marítima de la Seda, “One Road, One Belt –OBOR, B&R o BRI”, es una iniciativa anunciada por Xi Jinping en 2013. Incluye la financiación para la construcción de infraestructuras de transporte terrestre y de hidrocarburos en Asia Central, Mongolia y Rusia, e incluso en algunos países europeos.; seis corredores económicos, e infraestructuras portuarias en el Océano Índico (Maritime Silk Road) que diversifican las vías comerciales marítimas chinas. Europa es destino principal del transporte por carretera, ferroviario y marítimo proyectado en la iniciativa. Se puede señalar también en este ámbito la ya utilizada ruta ártica de China a Europa (Ice Silk Road), facilitada por la reducción del hielo estacional en el Océano Ártico, e incluso el proyecto Super Grid, todavía muy incipiente, de seis redes de transporte de energía eléctrica en Asia.

Además de facilitar el tráfico de mercancías, OBOR, permite aprovechar el exceso de capacidad de China en construcción civil e infraestructuras de todo tipo, acero y otros materiales; así como la capacidad de financiación resultante de su crónico superávit comercial exterior. Y, de no menor importancia, facilitará el desarrollo de China Occidental.

No hay una concepción única de esta iniciativa, si bien suele ser señalada como un paradigma de la “nueva globalización”, ya que se estima que los países participantes suman el 65% de la población y el 40% del PIB mundiales (2017). No puede ser contemplada de forma independiente a la vocación de China de convertirse en una potencia global, a cuyo servicio se encuentra la toma de participación en empresas occidentales –inversiones ya ajenas a la finalidad de suministro de materias primas y recursos naturales-; las inversiones en puertos de otros continentes; el establecimiento de bases militares o de aprovisionamiento en otros países ribereños del Océano Índico (conocidas como “el collar de perlas”), el desarrollo de la Armada china y la propia presencia política internacional de sus dirigentes. Y a ello debe sumarse la creciente participación china en la financiación internacional al desarrollo.

Hasta el momento, China ha firmado 171 acuerdos de cooperación con 29 organizaciones internacionales y 123 países. La financiación se apoya en el específico Silk Road Fund (2014), así como en el preexistente New Development Bank (antes BRICS Bank) y en el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura creado en 2016. En cuanto a las inversiones y proyectos ya desplegados o en curso, entre octubre de 2013 y diciembre de 2018 y vinculadas a la iniciativa Nueva Ruta de la Seda, se pueden identificar de forma detallada 313 tomas de participación totales o parciales en empresas extranjeras y en 76 países diferentes, con una inversión muy próxima a 200.000 millones de dólares; así como 791 contratos de construcción en 85 países que suman más de 400.000 millones de dólares. No obstante, algunas fuentes elevan a 900.000 millones de dólares el dinero ya empleado. Buena parte de los actores, como era de esperar, son empresas públicas participadas por el gobierno central o por los gobiernos provinciales, cuyo papel ha sido reforzado en el 19º Congreso del PCCH celebrado en octubre de 2017.