RESUMEN DE LA SESIÓN SOBRE “LA ECONOMÍA GLOBAL EN TIEMPOS DE TURBULENCIAS GEOPOLÍTICAS”
La conferencia de Ernesto Talvi, investigador principal del Real Instituto Elcano y ex ministro de Asuntos Exteriores de su país (Uruguay), comenzó exponiendo cómo la economía global está siendo sacudida por turbulencias geopolíticas que, en los últimos meses, con el acceso por segunda vez de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, adquieren una gravedad de mucho mayor nivel de la que tenía con anterioridad. Tal y como el nuevo mandatario norteamericano expuso en su programa de gobierno, su objetivo es poner fin al extenso periodo de la geopolítica internacional que se inició tras el final de la II Guerra Mundial, en el que se creó un entramado de instituciones y reglas que, empezando por la Organización de las Naciones Unidas y siguiendo por la Organización Mundial de Comercio, suponían un orden mundial basado en la cooperación entre los países para asegurar el beneficio de todos ellos.
Las críticas de Trump a ese orden mundial, se esté de acuerdo con ellas o no, empiezan por afirmar que los Estados Unidos ese orden ya no es en beneficio de los EEUU. Ha posibilitado el ascenso de China hasta transformarse en un poder económico, tecnológico y militar que desafía el de los EEUU, en tanto que otros países se han aprovechado para incrementar su bienestar a través del acceso al gran mercado de su país en perjuicio de una parte de su sistema productivo, en particular la industria, que no puede competir con la mano de obra barata. A esto debe agregarse la inmigración ilegal que también compite con los trabajadores de EEUU y que una parte sustantiva del coste de la protección en el aspecto militar y del funcionamiento del entramado institucional global es a costa de los EEUU.
En el fondo, el objetivo del nuevo presidente norteamericano supone sustituir ese orden mundial por uno nuevo basado en la “ley del más fuerte”, imponiendo nuevas reglas de juego que favorezcan la continuidad predominio mundial de los EEUU y a la reindustrialización del país. Empezando por cambiar las reglas del comercio internacional con la imposición de aranceles recíprocos a todos los países con los que tiene intercambios, retirándose de espacios globales que se entiende perjudican a los EEUU (por ej. el Acuerdo de París o la Organización Mundial de Comercio), exigiendo a los países aliados la asunción de un mayor porcentaje en los gastos de la defensa, imponiendo una agresiva política de deportaciones, y usando la amenaza y la coacción para lograr sus objetivos, bajo el simple expediente de que “puedo hacerlo”.
La implantación de ese nuevo orden mundial se ha encontrado con los primeros obstáculos derivados de la falsedad de sus presupuestos sobre quiénes son los beneficiarios del anterior, que se han mostrado con las respuestas de los mercados de valores en perjuicio de la economía estadounidense: por un lado, su bolsa es la que más ha bajado de todas las del mundo y, por el otro, como consecuencia de la amenaza de despedir al presidente de la Reserva Federal, el dólar se resintió. Ambas consecuencias han retrasado las imposiciones arancelarias, pero en ese campo aún no sabemos cómo va a evolucionar la situación.
Desde la perspectiva de la Unión Europea, este nuevo orden global le ha obligado a acelerar el proceso de hacerse cargo de su propia defensa, a acelerar el proceso de profundización e integración del mercado interno y por otro, a intensificar su apertura a los mercados internacionales, cerrando acuerdos que venían negociándose desde hace años (como el de Mercosur y el acuerdo modernizado con México) y negociando otros nuevos (India) sobre la base de la cooperación, las reglas, y la búsqueda del beneficio mutuo de todas las partes implicadas, así como defendiendo en ellos los valores compartidos, como la democracia, los derechos humanos y el desarrollo sostenible.
Esa actitud se ha mostrado en especial con América Latina, lo que da al ponente ocasión para plantear que en esa dirección podría asentarse una de las vías de afrontar las exigencias que se derivan del cambio de los Estados Unidos. La ratificación del acuerdo con Mercosur supondría que la UE tendría acuerdos comerciales con países latinoamericanos que suponen el 95% del PIB de la región, lo que podría ser la piedra fundamental para la creación de un Área Económica Integrada UE-América Latina, por la vía de la acumulación de reglas de origen. Por esa vía se facilitaría la interoperabilidad entre esos acuerdos, lo que posibilitaría el acceso de la UE a materiales críticos y a fuentes de energía renovables abundantes y baratas, fundamentales para la transición verde y digital y para el desarrollo de cadenas de producción birregionales descarbonizadas.
En el coloquio surgieron preguntas y comentarios de los participantes, como la respuesta de China y del mismo Estados Unidos a la propuesta del conferenciante, países que en este momento tienen menor nivel de cooperación económica con la región latinoamericana, aunque muy fuerte en algunos países concretos, así como las dificultades de una estrategia como la propuesta en aspectos como la capacidad de las empresas de la UE de liderar las innovaciones y las transformaciones en momentos en que su realidad no es de las más relevantes en el panorama internacional.