PARA bien o para mal, los estereotipos existen. Los países mediterráneos tenemos la imagen de manirrotos frente a los ahorradores protestantes del norte. Hace un siglo, Max Weber entronizó las imágenes en su Ética protestante y el espíritu del capitalismo. Las imágenes ha sobrevivido el paso del tiempo.
Ocurre en ocasiones, sin embargo, que esos estereotipos se vuelven en contra de aquellos que los inventan, porque no siempre las virtudes privadas se convierten en virtudes públicas, sino, más bien al contrario, en vicios.
Las últimas cifras disponibles del mes de septiembre muestran que la economía alemana lleva un año incrementando sus exportaciones a la UE a un ritmo del 5,4%, mientras que las importaciones que realiza de la UE lo han hecho a una tasa del 2,6%. Es decir, la tasa de crecimiento de las exportaciones más que duplica a la de importaciones. Esta tendencia ha provocado que en el pasado septiembre la balanza comercial alemana presentara un superávit récord de más de 20.000 millones de euros.
Inamovibles, ni el Gobierno de Merkel ni los empresarios ni los sindicatos alemanes, han hecho públicos sus deseos de un cambio en la política económica. Están orgullosos del modelo exportador de éxito que llevan labrando más de medio siglo. Pero nadie les está pidiendo tampoco dentro de la UE que abandone el modelo. Lo que sí se le está pidiendo al gobierno y a los agentes sociales es que tiren más del carro de la economía europea.
Para implementar esta política, no es necesario perder competitividad aumentado los salarios nominales y reales a través de acuerdos entre empresas y trabajadores. Es el Gobierno el que podría reducir los impuestos directos para aumentar la renta disponible aumentando, de esta forma, la capacidad de consumo de las familias y, en consecuencia, las importaciones de los países de la UE.
No existe tampoco peligro de inflación por este tipo de medidas. La tasa de inflación en la zona euro está situada en estos momentos en un ridículo nivel del 0,7%, muy por debajo del objetivo del BCE del 2%.
No hay riesgos monetarios, tampoco fiscales, porque Alemania está reduciendo su deuda pública. Entonces, ¿por qué esa obcecación en continuar con las mismas políticas? Alemania (aunque también otros países) todavía no ha digerido que nos encontramos en un área monetaria única que, además, y a diferencia de EEUU, contiene países que siguen manejando su propia política fiscal, aunque justamente ahora esa política sólo va en una dirección restrictiva.
Con ese marco institucional, Alemania debería aceptar que los desequilibrios internos dentro de la zona euro, no son solo responsabilidad de los países que presenta déficit, sino también de aquellos que muestran superávit. El que los consumidores alemanes aumentaran su consumo vía reducción de impuestos sería la mejor contribución que pueden hacer para acelerar la salida de la crisis que padecemos los países del sur.
De esa forma, un vicio privado -estimular el consumo personal- se convertiría en una virtud pública -el crecimiento y salida de la crisis-, como nos enseñó La fábula de las abejas.