RESUMEN DE LA SESIÓN SOBRE “EL IMPACTO DEL CAMBIO TECNOLÓGICO Y EL FUTURO DEL EMPLEO”
Rafael Domenech. Economista Jefe deEconomías Desarrolladas de BBVA Research
La historia ha demostrado que el progreso económico y el bienestar social dependen a largo plazo del progreso técnico. De manera especial, los últimos dos siglos, desde el inicio de la revolución industrial, han puesto de manifiesto cómo los avances técnicos han desencadenado lo que Schumpeter llamó “procesos de destrucción creativa” de la realidad económica de cada momento: Esta dialéctica tecnológica ha dado lugar a transformaciones estructurales que han formado parte del avance de la humanidad, y que a la larga, han creado muchos más empleos y con mejores condiciones de trabajo y salariales de los que, inicialmente, se destruían con la introducción de esos avances.
Las enseñanzas de los procesos anteriores pueden resumirse en que, a nivel agregado, los cambios tecnológicos han creado muchos más empleos de los que se destruían y han mejorado las condiciones generales del trabajo y de los salarios, mientras que, a nivel individual, la evolución ha sido de tal forma que los de los trabajadores que se han complementado con las nuevas tecnologías han mejorado y los de los que no han sabido acomodarse han entrado en situación de crisis.
La gran pregunta es si la transformación tecnológica y digital actual, la automatización y robotización, la introducción de procesos de inteligencia artificial, en cada vez un mayor número de actividades productivas, va a mantener esa misma dinámica. Aunque la respuesta es difícil de concretar, pueden encontrarse indicios para darla en lo que ha ocurrido en los primeros estadios de esa evolución y en los países donde más avanzado se encuentra el proceso.
En principio, puede pensarse que la transformación tecnológica y digital es una oportunidad en la historia de la humanidad pero también un reto, como lo ha sido en los procesos anteriores. La revolución industrial 4.0 tiene efectos disruptivos sobre el empleo, las ocupaciones, las habilidades necesarias, la brecha salarial, la desigualdad y la polarización, aunque, de momento, no hay bases para afirmar que afecta al desempleo a nivel agregado; al menos, así lo apuntan diversos trabajos realizados en diversos países y sectores productivos.
Una realidad evidente es que, de momento, los países que tienen mayor nivel de penetración de las nuevas tecnologías y de la automatización de sus sectores productivos no son los que tienen ni mayor nivel de paro, ni salarios más reducidos ni condiciones peores de sus mercados laborales, sino exactamente lo contrario; tampoco cabe atribuir a esos países mayores niveles de desigualdad general, aunque en este caso existe más controversia porque sí es cierto que las personas con niveles más bajos de ingresos los estancan porque, en general, forman parte de los segmentos con menores niveles de formación y los que menos se benefician de las nuevas ofertas de empleo que provienen de los sectores más pujantes en la nueva economía.
Por ello, los efectos disruptivos que la revolución industrial suponen sobre el empleo deben ser abordados por el conjunto de la sociedad (sector público, empresas y trabajadores), buscando la forma de gobernar el cambio de manera activa con un amplio conjunto de políticas que, en síntesis:
- Garanticen la igualdad de oportunidades;
- Potencien a largo plazo los efectos positivos de un progreso técnico y digital inclusivo, que ponga al alcance de todos las oportunidades de esta nueva era, y
- Reduzcan los costes de la transición a corto y medio plazo.
Estas políticas deben afectar a las áreas de la educación, el empleo y la equidad. En la primera, es vital la inversión en mejorar el capital humano (se sabe que muchas empresas de sectores avanzados tienen dificultades para encontrar trabajadores con la suficiente cualificación), el conocimiento de otros idiomas, la formación continua y la capacidad de reciclaje profesional y la evolución del sistema educativo conforme lo exija la sociedad, fomentando la creatividad, potenciando las capacidades no cognitivas y mejorando la inteligencia social.
En las políticas de empleo, entre otras cuestiones, es preciso eliminar barreras para la creación de empleo y el crecimiento de las empresas, hacer políticas de empleo activas y pasivas eficaces, mejorar el proceso de emparejamiento entre puestos de trabajo vacantes y desempleados y buscar el equilibrio en la presión fiscal y en su estructura de manera que la redistribución no perjudique al empleo y a la inversión.
Puede que estas políticas no sean suficientes para garantizar un crecimiento inclusivo; el gran reto es diseñar, implementar y evaluar de manera continua políticas públicas que garanticen la equidad al menor coste posible en términos de empleo e inversión en innovación.