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Lo que de verdad importa

Publicado en «El Economista»

2015 será un año electoral para recordar: municipales, autonómicas y nacionales en un ambiente de insatisfacción ciudadana y aires de cambio en el esquema tradicional de la política nacional. Dicho de otro modo, va a ser un buen ejercicio para el sector publicitario y uno no tan bueno para el déficit.

Al margen de estas consideraciones, los partidos se enfrentan más que nunca al escrutinio de los ciudadanos que parecen querer pasar a la acción, introduciendo en el debate político cuestiones tales como la transparencia, o la completa conjugación del verbo dimitir. La tarea de control que le correspondería a los parlamentos intenta desbordarlos y pasar a ser ejercida por la sociedad civil, o al menos por una parte relevante de la misma. Tal vez, esta generación sin dudas –Google está en todas partes y en todo momento– quiere tener conocimiento de lo que se hace no solo con sus impuestos, sino también con su soberanía. Y este puede convertirse en el principal elemento de ruptura de la relación partidos-sociedad. Si los primeros no son capaces de dar respuesta a las peticiones de los segundos, verán como su poder se tambalea o, simplemente, se desvanece.

Por debajo de ese nivel de exigencia, tendremos ya los tradicionales problemas de cada sociedad. En el caso de Andalucía: el paro y el diferencial de renta. Nuestra Comunidad no ha logrado estrechar la brecha en esas dos variables con respecto a la media nacional. Pareció que lo conseguía, pero el estallido de la crisis nos devolvió a la cruda realidad. Algo en nuestro tejido económico no termina de funcionar como debiera. No somos capaces de alcanzar al conjunto del Estado a pesar de que nuestro territorio goza de supuestas ventajas competitivas: un sector agroalimentario potente y variado, algunas de las principales infraestructuras de transporte y logística del país y una población menos envejecida que la media.

Así las cosas, que estemos o no en vías de recuperación económica no va a resultar relevante a la hora de elegir, al menos a partir de determinados niveles. En términos de Acemoglu y Robinson, la sociedad está pidiendo unas instituciones políticas más inclusivas y este deseo, asumido por unas fuerzas políticas nuevas y emergentes, puede trastocar el mapa electoral mucho más allá de un simple vuelco.