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Un nuevo modelo productivo para Andalucía

Diario de Sevilla

La necesidad de un nuevo modelo productivo es tan ampliamente compartida que se encuentra en todos los programas electorales y en los discursos de los políticos independientemente de su ideología. Esta necesidad se deriva de la incapacidad del sistema productivo andaluz de generar empleo y renta suficientes para ocupar a los desempleados y para garantizar un desarrollo estable en el próximo futuro. Como es conocido, el modelo productivo es heredero del patrón de crecimiento de la gran expansión previa a la crisis, que se sustentaba en un hipertrofiado sector de la construcción (significaba un 14,4% del PIB en 2008, cuando en Europa se encontraba en torno al 6%), a lo que se sumaban la actividades inmobiliarias (8,5% del PIB) y otras actividades industriales y de servicios vinculadas. Además, buena parte de las restantes actividades productivas estaban orientadas a la demanda interna. Desde el inicio de la crisis muchas empresas han hecho un gran esfuerzo para adaptarse a la crisis, protagonizando muchas de ellas un notable auge exportador, mientras que nuevos emprendedores emergen como la mayor esperanza regional, pero todo ello es insuficiente para propiciar un futuro de crecimiento estable y dar esperanza a 1.400.000 parados.

Cuando se plantea el contenido del «nuevo modelo productivo» se espera que los economistas o los responsables públicos definamos los «sectores de futuro», pero ni existen sectores de futuro (cuando se hace un ejercicio predictivo con este objetivo se suelen nominar a los sectores que en el presente o en el pasado reciente han conocido cierta expansión), ni estamos cualificados para ello. Lo que existen son actividades o huecos de mercado con buenas perspectivas, y quienes las detecta son los empresarios que conocen las oportunidades de mercado y las capacidades productivas propias.

Lo que sí sabemos es que necesitamos producir bienes y servicios que puedan venderse en el exterior para crecer en el futuro inmediato dada las limitaciones de la demanda regional. También sabemos que cuanto mayor valor añadido tenga nuestra producción más podremos retener en Andalucía, y que las producciones con mayor valor añadido se soportan con factores de producción cualificados (recursos humanos y capital).

Así por tanto, el reto de Andalucía es aumentar la producción y el número de empresas en sectores abiertos a la competencia internacional y, preferentemente, con contenidos tecnológicos y de conocimiento elevados. Un reto que le corresponde fundamentalmente a los empresarios, pero las AAPP deben acompañar este proceso. La tentación de los dirigentes políticos es aplicar políticas de demanda aumentando el gasto público para generar empleo a corto plazo, pero las posibilidades son limitadas por las restricciones financieras p úblicas, los efectos son temporales (mientras que dura el empleo subsidiado) y en parte se difuminan fuera de la región vía importaciones. Por ello, hay que concentrarse en las políticas de oferta que favorecen el cambio de modelo. ¿Cómo? Generando incentivos favorables para que los agentes económicos inviertan en nuevas actividades y procesos productivos. En concreto: a) propiciando la cualificación de los recursos humanos, lo que exige reformar los sistemas educativos en todos sus niveles en orden a propiciar el esfuerzo, la aplicabilidad del conocimiento y la excelencia, consideraciones muy distintas a las que incentiva el reciente reglamento de la Junta de Andalucía sobre las garantías de los alumnos frente a los profesores; b) apoyando a las empresas y a los jóvenes emprendedores no con subvenciones, sino eliminando trabas a la gestión empresarial; c) favoreciendo la innovación aplicada en las empresas, para lo que es más importante la existencia de mercados competitivos que las subvenciones a la I+D+i, pues la protección y el intervencionismo facilitan la pervivencia de empresas ineficientes, mientras se reducen los incentivos para innovar.

Un nuevo modelo productivo no se alcanza con su mera enunciación, ni con un decreto, ni con acciones a corto plazo, sino que requiere políticas consecuentes y perseverantes. Tal vez por ello se ha hecho tan poco desde que hace años se comparte su necesidad. Los políticos necesitan que los frutos de sus políticas se visualicen a corto plazo, y los ciudadanos requieren respuestas a los estragos de la crisis también a corto plazo. Es por ello por lo que la Junta de Andalucía ha puesto en marcha el último año programas como el plan de ayudas a las pymes industriales, el programa de impulso a la construcción sostenible y el programa empleo joven, y ya se anuncia un aumento del gasto corriente para el presupuesto de 2015. Pero estas iniciativas generan incentivos en la dirección contraria a la de un nuevo modelo productivo, aunque puedan ser un alivio momentáneo para algunos. Cuanto más tarde se aborde con decisión y coherencia reformas estructurales que incentiven un nuevo modelo productivo más tarde e improbable serán sus frutos.