Publicado en «Grupo Joly»
Una revolución silenciosa se está produciendo en el mundo del trabajo de la que tenemos poca conciencia, pues mientras en España se sigue reivindicando “empleo estable”, en el mundo la tendencia preponderante es hacia el empleo flexible, al que se adapta mejor el empleo por cuenta propia, bien en forma de autónomos o de pequeñas empresas. Varios son los factores que favorecen esta tendencia:
1) El proceso de globalización es irreversible y continuará profundizándose en todas sus manifestaciones (mercados de bienes, de servicios y financieros, tecnología, cultura), y extendiéndose a todos los países y sectores sociales. La profundización de la globalización, facilitada por la conectividad, eliminará las barreras geográficas entre 7.000 millones de personas creando un mundo de competencia global en el que regirá la ley de un solo precio. La convergencia en precio ya afecta a la mayor parte de las mercancías y a muchos servicios globalizados (análisis financieros, software a medida, transporte aéreo, comercio electrónico, call center, TAC y radiografías, presentaciones y ediciones).
2) La aceleración tecnológica se intensificará en los próximos años en múltiples campos: el desarrollo de la robótica y la inteligencia artificial introducirán a los robots en los hogares, las fábricas, la agricultura o los transportes, permitiendo automatizar y simplificar tareas; con las impresoras en tres dimensiones muchos productos se podrán producir de forma autónoma y personalizada; la revolución de las TICs está permitiendo que la conectividad instantánea se extienda por todo el planeta, por lo que miles de millones de personas pueden acceder a toda la información disponible en el mundo y trabajar con ella; los avances serán también extraordinarios en el campo de la biotecnología y de la salud, así como en el de la nanotecnología, las energías renovables o en el transporte, favoreciendo la flexibilización de los procesos de producción.
3) La economía a la carta o a la demanda va adquiriendo un peso creciente en la medida en que muchos lujos se democratizan y cambian los hábitos sociales. Los chóferes privados, las comidas en casa a la carta, los asesores personales en temas legales, económicos, sanitarios, deportivos, de moda, de salud, etc. son crecientemente demandados. Estas demandas de servicios son muy exigentes, específicas e irregulares en el tiempo, lo que determina que la oferta tiene que estar cualificada y ser muy flexible, tanto para atender la variabilidad en el tiempo de la demanda como para adaptarse a cada cliente, por lo que están surgiendo múltiples plataformas on line para suministrar estos servicios, plataformas que habitualmente trabajan con freelance o trabajadores autónomos, que es la solución más flexible y barata.
Los anteriores factores están impulsando que al modelo fordiano de cadenas de montajes se vaya contraponiendo otro modelo de trabajo, en el que, por una parte, las empresas externalizan trabajos singulares o los subcontratan con sus empleados-empresarios y, por otra, los autoempleados son contratados directamente o a través de plataformas en la red y suministran servicios directamente a los consumidores.
En consecuencia, el trabajo por cuenta ajena tiende a perder peso mientras lo gana la prestación de servicios personales o la externalización de funciones desde las empresas tradicionalmente productoras a empresas con base personal, proceso que se intensificará en la medida en la que la resistencia social y las restricciones legales a la flexibilidad del trabajo asalariado sean mayores. En cualquier caso, el proceso es imparable como lo confirma el creciente número de autónomos en España y que en Estado Unidos sean más de 50 millones (una tercera parte de los ocupados).
La generalización de este tipo de trabajo personal y la intensificación de lo globalización determinan que la competencia global no se limite a las empresas, sino que en ella participen los autónomos, y para ellos lo relevante de su éxito será la formación y la capacidad adaptativa para atender la diversa demanda a precios competitivos. Según estas tendencias avanzamos hacia un mundo regido por la meritocracia, que profundizará en la igualdad de oportunidades y en el que ni las recomendaciones, ni los apellidos, ni donde viva, ni el color de la piel o la religión serán determinante del éxito social, sino el esfuerzo, la perseverancia y la inteligencia.
En este mundo más competitivo habrá que formarse adquiriendo habilidades singulares. La conciencia de los jóvenes de que lo importante para su vida es su capacidad determinará que entre sus exigencias sociales y políticas no primen tanto las prestaciones de un Estado protector que le garantice pensiones o sanidad, y mucho más un entorno en el que puedan disfrutar de una formación de calidad, y en el que predominen una cultura e instituciones públicas estimulantes para el emprendimiento y la actividad profesional.