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¿Adiós a la innovación?

David Uclés Aguilera
El Economista Andalucía
27/04/2015
Hace unos días leía un artículo muy preocupante en la revista Alimentación de elEconomista. En él se alertaba de la caída en la innovación del gran consumo: los lanzamientos de nuevos productos han retrocedido un 31 % entre 2010 y 2014. Y ya habían caído un 70 % entre 2006 y 2010. La conclusión del artículo era que España corría el riesgo de convertirse en un país low cost. O sea, una especie de regreso a los años 60 en los que la base de nuestro desarrollo económico estuvo en el diferencial de costes de mano de obra (una especie de pequeña China en el extrarradio del Mercado Común.

Aunque, como se señala en el propio artículo, una parte importante de la responsabilidad de que 2014 haya sido el peor año de la historia reciente de este apartado es de la distribución, lo cierto es que, por otro lado, el crecimiento del empleo con tasas muy pequeñas de avance del PIB estaría sugiriendo que el grueso de dicho crecimiento se está concentrando en actividades intensivas en mano de obra (en cantidad, lo que no suele coincidir con la calidad). Es decir, que sería el conjunto de la economía la aquejada por esta enfermedad y no solo el gran consumo.

En ocasiones, desde estas líneas, se ha defendido que la competitividad es una cuestión de empresas más que de países. Sin embargo, hay una serie de factores transversales y estructurales que influyen decisivamente en la mayor o menor competitividad general de los territorios. Un hilo conductor interesante entre el posible vuelco hacia el low cost y la macroestructura estaría en la naturaleza de nuestra anterior expansión. El boom inmobiliario produjo como efecto secundario una elevación de las tasas de abandono escolar al absorber una gran cantidad de empleo de baja cualificación a elevados salarios. De esta forma, una parte importante de nuestra mano de obra no está suficientemente capacitada y tendría que conformarse con empleos de baja cualificación y remuneración (impulsado a la baja también por las elevadas tasas de paro).

Finalmente, nos encontramos que en un país en el que tradicionalmente el I+D público ha sido más importante que el privado, los recortes derivados de los compromisos contraídos por España con nuestros socios europeos han impactado de forma brutal sobre los capítulos de investigación y ciencia.

España está, por tanto, en una encrucijada decisiva. Podemos dejar que la tendencia se consolide y terminar siendo un país de servicios y productos poco sofisticados y de bajo precio, con el riesgo constante de una competencia internacional creciente que nos presione hacia más abajo. O podemos intentar romperla, con iniciativas novedosas que incentiven la diversificación productiva y la incorporación a las empresas de mano de obra de elevada cualificación –la mejora de nuestro sistema educativo es desde esta perspectiva una emergencia nacional¬–. La economía española es mucho más agradecida de lo que solemos pensar por lo que, con las señales adecuadas, a buen seguro que rectifica su curso.

http://diario.eleconomista.es/i/501087-eleconomista-andaluc%C3%ADa-27-abril-2015?token=