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El poder económico en España

oea17102013  El poder económico en España

Miguel Angel Noceda. Corresponsal de Economía de El País

La respuesta a la pregunta de quién manda más en un país, si los políticos o los empresarios, no puede ser siempre la misma, ni siempre depende de la ideología de unos y otros, sino de las características personales de los actores. Al efecto, el conferenciante puso de manifiesto las muy diferentes relaciones entre los diversos gobiernos de España y la patronal CEOE, señalando cómo las variaciones dependían de los diferentes momentos históricos.

Así, el primer presidente del gobierno en la etapa democrática, Adolfo Suárez, pese a surgir del franquismo y asentarse en un partido de centroderecha, tuvo una mala relación personal con el primer presidente de la CEOE, Carlos Ferrer Salat, tanto por la tarea que tuvo que llevar a cabo el primero como por las veladas aspiraciones políticas del segundo. En cuanto a los gobiernos de Felipe González, pasaron por etapas muy diferentes, desde los recelos iniciales al reconocimiento de su gestión en los años de la reconversión industrial y el abandono de la mayor parte de las propuestas del PSOE en la primera etapa de oposición y la dura oposición de las últimas legislaturas.

Tal vez por ello, el PP nada más llegar al gobierno hizo algo que no habían hecho los socialistas, la creación de un grupo de empresarios amigos, fundamentalmente usando las empresas privatizadas pero también apoyando a otros leales en las empresas privadas y, en general, escuchando más sus planteamientos sobre las grandes líneas de la política económica. De todas formas, la vuelta al poder del PSOE no supuso un cambio sustancial en las relaciones, puesto que José Luis Rodríguez Zapatero realizó muchos guiños a los grandes empresarios, consciente de que sin ellos era difícil conseguir objetivos políticos del gobierno.

Todo ello viene a significar que la agenda política ha estado siempre muy influida por el poder económico, cosa que, con la crisis de los últimos años se ha hecho más evidente, lo que no supone sujeción de un poder a otro, sino el convencimiento de que no se puede gobernar sin los empresarios y mucho menos contra ellos, si bien no siempre el gobierno hace aquello que los empresarios consideran conveniente.

En general, el conferenciante consideró que cuánto menos desarrollado es un país, menos fuerte es el poder económico y su influencia sobre el poder político, así como que cuanto más reducido es el territorio, mayor es la influencia del poder empresarial, lo que lleva a concluir que la influencia de algunos empresarios en el ámbito local es muy importante y relacionada, en la historia de España, con el fenómeno del caciquismo.

De forma separada, estimó el comportamiento más acorde con el mundo que nos rodea de las burguesías de Cataluña y el País Vasco, que han creado empresas y entidades asociativas que han influido más eficazmente sobre las direcciones políticas de sus territorios y, con ello, han influido de acuerdo a sus intereses en la economía del conjunto del país.

El conferenciante repartió papeles de detentadores del poder económico entre el mundo financiero, los ministerios del ramo, las organizaciones empresariales y las grandes empresas, tanto de forma independiente y personalizada en sus presidentes, como, en ocasiones, aglutinadas en las asociaciones patronales. En relación con éstas repasó el proceso de formación de los diferentes ámbitos organizativos: la CEOE y sus patronales regionales, las agrupaciones sectoriales más potentes o de los sectores en los que un grupo reducido de grandes empresas controlan la asociación, otras organizaciones de unas pocas empresas en función de intereses propios (el Instituto de la Empresa Familiar, el Círculo de Empresarios, la Asociación para el Desarrollo Empresarial, alguna entidad de gestores públicos filosocialistas,…) y, en especial, y en los últimos tiempos, el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC), que está siendo muy activo en la ayuda al gobierno (y a la jefatura del Estado) en la lucha por la recuperación de una cierta imagen exterior de España. De entre ellas, destacó el papel del Instituto de la Empresa Familiar, que aglutina a empresas muy potentes en sus sectores, y el Consejo Empresarial para la Competitividad, en el que se mezclan empresas de origen familiar y multinacionales.

Este análisis lo realizó con la exposición de las tensiones surgidas entre ellas, en especial entre la CEOE y las demás, puesto que la patronal aspiró siempre a ser el gran interlocutor del gobierno en materia de economía general, mientras que las demás aspiraban a influir en sus intereses sectoriales, lo que, en ocasiones, chocaba con el interés general. El conferenciante consideró que, en general, las presiones particulares de algunos sectores no habían supuesto un retraso o un perjuicio en el proceso natural de modernización de la economía española, pero en el coloquio algunos participantes sí estimaron que esto se había producido. También algunos participantes en el coloquio expusieron el papel de las Cámaras de Comercio, que pudieron ser una vía prestadora de servicios al conjunto de los empresarios, pero que no cuajaron por la oposición en un momento y el control en otro, de la patronal.

Asimismo, se estimó desde el público que el principal error de la CEOE ha consistido en la primacía a las estructuras territoriales sobre las sectoriales, a lo que el conferenciante opuso que algunas sectoriales concretas (señaló a las asociaciones de la banca, la de seguros, la de construcción, las empresas eléctricas…) sí habían superado el poder de la CEOE a la hora de influir en aspectos puntuales de la regulación que les afectaba y sí se expresaban en ocasiones como exponentes del conjunto de los intereses del empresariado nacional.

A modo de conclusión, tras su opinión de que en España el análisis del poder en forma de control del conjunto de la economía por parte de un colectivo determinado no estaba tan desarrollado como en otros países, recogió datos de un informe según el cual unas 1.700 personas controlan recursos económicos por un total del 80% de la riqueza nacional, pero esta valoración hay que someterla a la consideración de que hoy, con la globalización de la economía y la gran internacionalización de las actividades empresariales, casi todas las grandes empresas tienen una buena parte de su negocio en el exterior, en ocasiones hasta la mayor parte o el total del mismo.