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El reto del siglo XXI: Civilizar el capitalismo. ¿Es posible?

RESÚMEN DE LA CONFERENCIA DE ANTÓN COSTAS EN EL OBSERVATORIO ECONÓMICO DE ANDALUCÍA SOBRE “EL RETO DEL SIGLO XXI: CIVILIZAR EL CAPITALISMO ¿ES POSIBLE?”

El capitalismo es un sistema económico y social que ha mudado de piel a lo largo de su historia; en unas etapas, su aspecto ha sido inquietante, en otras amable. En el tránsito del siglo XX al XXI ha vuelto a adquirir unos rasgos inquietantes, tanto en su dimensión económica como en la política, en un proceso que ha dado lugar a la reaparición de los populismos, que están consiguiendo una enorme presencia en muchos países, incluyendo los más avanzados del Occidente que, tras pasadas experiencias conflictivas de gran relevancia, se creían vacunados de ellos. La amplitud y profundidad de la Gran Crisis iniciada en 2007/2008 está exacerbando los efectos y consecuencias de este proceso en todo el mundo.

Cuatro de los rasgos más relevantes de la nueva apariencia adquirida en este comienzo de siglo, con intensas relaciones entre ellos, son: una excesiva dimensión financiera, un elevado incremento de la desigualdad, el gran avance de la internacionalización y una fuerte tendencia a la monopolización/cartelización de la economía. La dimensión ultrafinanciera está modificando la economía de tal manera que los mercados de capital alcanzan un nivel de influencia sobre el conjunto de ella fuera de toda escala razonable. La creciente desigualdad origina amenazas para algunos de los grandes progresos conseguidos en las sociedades avanzadas en la última fase amable del capitalismo, a mediados del siglo pasado, con la implantación de las economías del bienestar. Por su parte, la aceleración de la dinámica de internacionalización abrió nuevos caminos para la prosperidad a grandes colectivos sociales de nuevos países que entran en el grupo de los llamados desarrollados, pero, asimismo, está suponiendo grandes riesgos, debido, sobre todo, a una composición muy desequilibrada; finalmente, el nuevo impulso a la monopolización y cartelización está haciendo aparecer barreras de entrada a nuevos operadores posiblemente más eficientes y, en algunos casos, de tecnologías más avanzadas, lo que se traduce en la obtención de mayores rentas por parte de los operadores tradicionales a costa del conjunto de la población. Esas tendencias suponen la generación de importantes riesgos que adquieren una virulencia especial en los países que consiguieron alcanzar mayores niveles de bienestar en la fase amable anterior.

En el ámbito estrictamente económico, la posibilidad de un crecimiento lento en una perspectiva a largo plazo se está haciendo cada vez más verosímil. Como las lógicas de la economía y los mercados y de la política y la democracia son diferentes (y no siempre avanzan en la misma dirección), se están produciendo contradicciones y conflictos que afectan a algunas de las bases constituyentes de nuestras sociedades. En especial, en el proyecto de integración europea, la transformación económica de fondo ha acabado por mostrar las deficiencias estructurales sobre las que aquel proyecto fue diseñado y está poniendo en cuestión el mismo proyecto, haciendo crecer de nuevo los nacionalismos en esta parte del mundo, que, además, está sufriendo una pérdida constante y paulatina de peso en el concierto económico mundial.

Teniendo en cuenta que el capitalismo es un sistema que necesita una justificación ética que ya los padres fundadores desde Adam Smith valoraban al señalar que los objetivos a alcanzar con la actividad económica no debían ser pensados solo para sus generadores sino también para los destinatarios de la misma, una dinámica de generación de disfunciones y beneficios muy desiguales puede llevar a la generalización en la sociedad de un rechazo que, en términos políticos, puede hacer crecer el riesgo de que, como ocurrió en el inicio del siglo pasado, la lógica del capitalismo entre de nuevo en colisión con la democracia, beneficiando así el ascenso de opciones políticas populistas de uno u otro signo y la desnaturalización del propio sistema.

Para Antón Costas, la primera de las dos grandes preguntas de estos tiempos es si será posible reconciliar de nuevo ambas lógicas, volviendo a civilizar el capitalismo y a reconciliarlo con la democracia o, por el contrario, el escenario que tenemos delante es, otra vez, la barbarie. “Quiénes defendemos que una economía de mercado bien gestionada es el mejor de los sistemas económicos, debemos hacer posible esa reconciliación”. Para ello, hay que redefinir el papel del Estado en la economía para hacer posible la combinación entre la adaptación a las nuevas condiciones tecnológicas que se esbozan para el futuro y la satisfacción de las expectativas que tienen puesto en el sistema el conjunto de los actores sociales, porque la segunda gran pregunta es ¿tenemos alternativa a ese sistema?