Rafael Myro, Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid ha intervenido en la sesión del Observatorio Económico de Andalucía celebrada con una ponencia sobre “La internacionalización de la empresa española”.
El crecimiento de las exportaciones españolas durante la reciente crisis económica ha suscitado asombro, interpretándose con frecuencia como el resultado de la búsqueda de mercados exteriores ante la atonía de la demanda interna, cuando no como el producto de la devaluación salarial. Sin embargo, tomando una perspectiva temporal más dilatada se observa que la positiva evolución de las exportaciones se enmarca en una larga trayectoria expansiva que alcanza sus mayores logros en el decenio de 1990 y que preludia, también en esos años, la posterior etapa de madurez.
Ambos crecimientos han sido mayores en Andalucía que en España; las empresas andaluzas multiplicaron por 4 el valor de sus exportaciones entre 1995 y 2015 frente al 3,5 con que lo hicieron las del total del país mientras que en las inversiones la multiplicación fue por 11 entre 1993 y 2013 cuando el total de España fue de 8,5 veces más. Pero este mayor crecimiento se debe a que la comunidad partía de cifras mucho más bajas, relativamente; hoy, las exportaciones andaluzas superan por poco el 10% de las de todo el país y las inversiones en el exterior solo alcanzaron el 1,7% como media de los últimos diez años.
Este crecimiento es el resultado de una profunda transformación de la estructura productiva de la economía española y de las bases tecnológicas y organizativas de las empresas que la integran, obligadas a responder al reto de una mayor exposición del mercado español a la competencia internacional derivada de la integración europea y de la globalización. En mi libro “España en la economía global” (RBA, diciembre 2015), analizo con detalle este proceso.
De esta misma respuesta forma parte también un hito más cercano en el tiempo y de no menos envergadura cual es la enorme expansión de las inversiones de las empresas ubicadas en España en otros países, que se centra en la década anterior a la crisis actual, y que no se detiene durante ésta.
Acostumbrados como estamos en España a resaltar las deficiencias de nuestra estructura productiva, no hemos acertado aún a expresar adecuadamente el reconocimiento que merece a este gran salto inversor, un nuevo reflejo de las notables fortalezas de nuestro tejido productivo.
A pesar de lo logrado, el logro de una senda de crecimiento más estable y sostenida requiere incrementar la orientación exterior de las empresas españolas, sobre la base de una mayor productividad y calidad de la gestión empresarial, que la expansión en mercados exteriores no contribuye sino a reforzar, poniendo un marcha un círculo virtuoso de eficiencia.