El autor del libro, Antonio Bonet, es sevillano, se formó en administración de empresas en la Universidad Hispalense, es técnico comercial y economista del Estado y master en Economía y Finanzas por el Massachussets Institute of Technology. También es empresario y su curriculum incluye una apabullante relación de actividades que se inician con la creación de ACE International Consultants, una consultora en comercio exterior, inversiones extranjeras y otros campos cercanos que ha ejecutado proyectos en más de 150 países de todo el mundo y ganado más de 900 concursos internacionales. Actualmente sigue siendo presidente del Club de Exportadores e Inversores Españoles, una organización sin ánimo de lucro dedicada a promover la internacionalización de las empresas españolas cuyos socios representan el 40% del stock de inversión española en el exterior. También es vicepresidente de CITHA, la European Federation of Trading Houses Associations, con idéntico objetivo. Es igualmente vocal del Consejo Estratégico del Instituto de Comercio Exterior de España (ICEX) y desempeña algunos cargos más en instituciones de formación y en empresas privadas.
Con ese bagaje y el objetivo de desmontar la percepción negativa de los empresarios que existe en buena parte de la sociedad española, aborda en el libro “Empresarios. Relatos de lucha, logros y emociones” (que tiene como antetítulo “Entre tormentas y éxitos”) una defensa de la actividad empresarial a partir de 18 relatos en los que se novelan hechos reales.
Con esos relatos se desmiente la opinión bastante generalizada de que los empresarios (grandes, medianos y pequeños) son explotadores sin escrúpulos que solo miran por su interés personal. Y ello porque, se afirma, hay otros muchos motivos que impulsan a crear y gestionar empresas como la ilusión, superar un reto, mantener los valores y la tradición familiar o bien desempeñar una actividad para la que no se encuentra trabajo por cuenta ajena. No hay que olvidar que los empresarios arriesgan su patrimonio para crear y desarrollar empresas; si les va mal, se pueden arruinar; si les sonríe el éxito, además de obtener ellos un beneficio también aportan valor a la sociedad, contribuyendo a ampliar la dotación de empleo al servicio de quiénes los demanden y a la generación de riqueza, que llega a la sociedad mediante el pago de sus impuestos y tasas.
No se trata, por tanto, de una exposición teórica ni académica ni siquiera abstracta sobre la importancia de la actividad empresarial, sino unos relatos en los que se sumerge en el quehacer diario de los protagonistas, personas de carne y hueso que él ha conocido, pero cuyos nombres no se dicen porque se trata de empresarios o emprendedores desconocidos, básicamente creadores de entidades de pequeño o mediano tamaño que han vivido situaciones que se exponen con pasión y objetividad. De esa forma, se muestra el aspecto humano y las emociones que se viven encada una de las situaciones reflejadas a través de personajes ficticios.
Cada uno de los relatos está centrado en una palabra que refleja el aspecto principal de la situación y la forma de vivirlo el protagonista; esas dieciocho emociones o cuestiones que se pretenden mostrar son: angustia, soledad, valores, cansancio, apoyo, vértigo, desencuentro, adversidad, dilema, satisfacción, honestidad, disculpa, generosidad, miedo, ansiedad, frustración, ruindad y tenacidad.
Respondiendo a las preguntas de los asistentes, el autor no negó que en el amplísimo escenario del mundo empresarial (hay más de 1 millón de personas que dan empleo en España, según la Encuesta de Población Activa, y otros 2 millones de empresarios sin asalariados, que podrían hacerlo puntualmente) pueda haber irregularidades, pero afirmó que esas situaciones se producen en todas las profesiones y también pueden darse entre los trabajadores por cuenta ajena o por cuenta propia. Atribuyó la mala opinión negativa de una parte de la sociedad a cuestiones culturales basadas en la historia, pero igualmente a una ideología que en España parece estar más asentada que en otros territorios. También las administraciones contribuyen a extender esa mala opinión cuando regulan en exceso y a veces de forma contradictoria entre ellas algunos ámbitos de la actividad empresarial que no son fácilmente asimilables, especialmente por las pequeñas empresas sometidas a una competencia que les resta posibilidades de alcanzar objetivos de productividad. Sobre este último aspecto, señaló que los países europeos están en peor situación que los Estados Unidos y China, las dos grandes potencias mundiales, cuya competencia pone en dificultades el futuro de la Unión Europea si no se afrontan cambios importantes.