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Sesión «La Juventud atracada»

Resumen de la intervención de José Ignacio Conde-Ruiz, Catedrático de Fundamentos de análisis económico en la Universidad Complutense de Madrid y subdirector de Fedea en la presentación del libro «La juventud atracada».

“La juventud atracada” es el título del libro publicado por el ponente de esta sesión, José Ignacio Conde-Ruiz, que, bajo la forma de una conversación con su hija, Carlotta Conde Gasca, expone la situación en la que ellos consideran viven los jóvenes españoles de hasta mediados los treinta años de edad. Las principales características de esta población son haber alcanzado un elevado nivel de educación, tener una identidad muy diversa y tolerante, unos valores relativamente semejantes en relación al trabajo, al ocio, a las relaciones entre géneros, al medio ambiente, ser políticamente activos tanto en cuanto a las cuestiones públicas como a las sociales, pueden ser considerados como “nativos digitales” y como la primera generación española verdaderamente global, pero también “invisibles en el ámbito electoral”.

Esta última característica se desprende del hecho de que, pese su preparación y experiencia, así como a haber vivido una serie de acontecimientos que consideran la más relevante de los últimos tiempos (la Gran Recesión a caballo de las dos primeras décadas de este siglo, la pandemia de la covid-19, la acentuación de la crisis climática y las guerras de Ucrania y Gaza), el predominio de las generaciones anteriores les está llevando a peores condiciones en su desempeño personal y profesional, así como también impidiéndoles realizar el papel que habitualmente han realizado las generaciones de jóvenes que les han precedido como renovadores del escenario político, lo que les está llevando a ser menos protagonistas en la vida pública y a que las políticas que se aplican no solo no les favorezcan sino que les perjudiquen.

El origen de esta situación puede colocarse en el cambio demográfico: a comienzos de los años 80 del pasado siglo, los mayores de 4 años representaban el 16% de la población y los jóvenes el 35%, mientras que en la actualidad los porcentajes han pasado a ser el 25% y el 21%, respectivamente. Además de ser más la población de más edad, sus preocupaciones se han homogeneizado (no tocar las pensiones, no subir los impuestos), la forma de llegar a ellos es también más fácil (atienden a medios de comunicación más tradicionales) y votan de forma masiva, mientras que los jóvenes han variado mucho más los temas que les preocupan, votan menos y su acceso es más complicado por la variedad de las nuevas tecnologías en la comunicación masiva.

Las perspectivas apuntan a que estas tendencias se van a acentuar en el futuro, llevando a que las políticas de los gobiernos atiendan más a las exigencias de la ciudadanía en el corto plazo que a las que suponen atender los problemas del futuro, cortoplacismo que se manifiesta en el deterioro de la justicia intergeneracional, ya que el gasto en pensiones (favorecedor de los mayores) se ha incrementado en 5 puntos porcentuales, mientras que la inversión en educación (política de futuro por antonomasia) ha caído dos décimas. Además, las reformas introducidas han sido tan poco ambiciosas que solo ampliarán el tiempo de trabajo y cotización de la población en unos pocos años (dos, de momento), mientras que el aumento de la esperanza de vida ha sido muy superior en los últimos años y no se ha detenido, de momento.

Es preocupante lo que ocurre con la educación. Pese a ser una política fundamental para los cambios que se están produciendo en todos los ámbitos de la vida y en el del trabajo en especial, a nadie parece preocuparle que mientras España se sitúa en el puesto 14º en cuando a Producto Interior Bruto, baje a entre el 30º y el 34º en los resultados educativos. De esa forma, tenemos la generación mejor preparada que nunca ha tenido España, pero también un considerable diferencial negativo con los países avanzados y problemas en aspectos como el abandono escolar temprano, la baja excelencia en la formación, escasa movilidad social y elevada precariedad en las condiciones laborales, lo que provoca una alta tasa de emigración de los jóvenes mejor preparados y, en consecuencia, poca aportación al sistema de creación de riqueza de España.

Otras muchas políticas públicas (como la de la vivienda) aumentan estas problemáticas, haciendo que el crecimiento del déficit público y la deuda se conviertan en auténticos “atracos” a los jóvenes, que pagan sus cotizaciones aun sabiendo que no van a poder disponer de las prestaciones que ahora se conceden a los pensionistas que perciben las más elevadas prestaciones que jamás se han pagado en este país. De esa manera, en las cuentas públicas, el déficit estructural (más de una década en el entorno del 4%) y la deuda pública, justificados para situaciones puntuales, se extienden a todos los años y para el abono de gastos corrientes que no se les quiere cobrar a las generaciones actuales. Igualmente, el no atender de manera prioritaria a los efectos del cambio climático se convierte también en una cuestión relevante en esta desatención de la política hacia los jóvenes.

El ponente concluyó con una serie de recomendaciones que, a su juicio, mejorarían la situación, tales como la bajada del voto hasta los 16 años y hacerlo obligatorio o, al menos, incentivarlo o ponderarlo por edades o circunstancias que lo favorezcan, crear instituciones independientes que velen por sus intereses, introducir reglas fiscales a favor de la equidad intergeneracional y afianzar en los fondos NextGeneration UE los objetivos que realmente vayan en el sentido de un cambio en la dirección que beneficie a las nuevas generaciones, como la mejora de la productividad en la economía, el impulso a la creación de infraestructuras vinculadas al cambio climático, etc.

Presentación