La máquina de vapor y las transformaciones sociales que trajo consigo fueron bautizadas como la 1ª Revolución Industrial. El mundo rural recibía entonces una estocada de muerte, al modificarse la geografía y la sociología de la producción, concentrándola a las fábricas y dando lugar a una nueva categoría de trabajadores asalariados. La 2ª Revolución, vinculada al motor de explosión, tuvo un alcance algo menor en la estructura de producción, aunque amplió el alcance de la misma, abaratando los transportes y permitiendo una paulatina disminución de las distancias relativas.
Hoy estamos ante la Tercera, aunque la fuente de la misma es esencialmente un medio de comunicación: Internet y las tecnologías que la acompañan. Ha supuesto que para determinados asuntos las distancias sean sencillamente irrelevantes, favoreciendo que las empresas segmenten sus procesos productivos de una forma que antes ni siquiera era imaginable. La conexión a las redes es uno de los motores que hay detrás de lo que hemos venido en llamar globalización. Desde el punto de vista de la sociedad los cambios están siendo brutales, viviéndose un doble fenómeno: la pauperización de la clase media en los países desarrollados frente a la emergencia de esa misma clase en los emergentes.
Pero es que desde el lado de los comportamientos de los individuos y familias a la hora de consumir también hay grandes modificaciones. Negocios como los de la música, el cine, la prensa o la televisión se encuentran en medio de un proceso disruptivo al que las empresas clásicas parecen no poder o saber adaptarse. Y ya hay otros que han comenzado a sentir las primeras turbulencias sobre sus cimientos.
En resumen, estamos al inicio de una “bisagra temporal”, en un tiempo de transformación profunda que bien podría consumir un par de generaciones hasta estabilizarse y alumbrar un nuevo “equilibrio”. A lo largo de los próximos años, muchos de nosotros nos sentiremos perdidos, y hasta es posible que no seamos capaces de entender lo que nos suceda. Pero a buen seguro, otra parte será capaz de mantener viva la esperanza y de llevar a buen puerto esta nueva Revolución.
Más allá de la 3ª Revolución Industrial (versión online)
Cada vez hay más autores que reconocen que nos encontramos en uno de esos momentos especiales tras los que cabe hablar de un cambio de época. En el ámbito de la economía, la máquina de vapor y las transformaciones sociales que trajo consigo fueron denominadas como la 1ª Revolución Industrial. El mundo rural recibía entonces una estocada de muerte, al modificarse la geografía y la sociología de la producción, concentrándola a las fábricas y dando lugar a una nueva categoría de trabajadores: los asalariados industriales, fuertemente especializados en los niveles más altos de la estructura de retribución y con una base poco cualificada que fue engrosada masivamente por los excedentes de un campo que pasó a sustituir mano de obra por capital.
La 2ª Revolución, vinculada al motor de explosión, tuvo un alcance algo menor en la estructura de producción, aunque amplió el alcance de la misma, abaratando los transportes y permitiendo una paulatina disminución de las distancias relativas. Asimismo, desde el punto de vista de las sociedades, permitió que la motorización individual llegara a la reciente y extensa clase media, alumbrando con ello un nuevo tipo de ciudad, de suburbios extendidos y necesitada de grandes vías de comunicación para ordenar la entrada y salida de personas y mercancías de las ciudades y su tránsito a través de los países.
Hoy estamos seguramente en la 3ª Revolución, aunque la fuente de la misma no es ni una maquinaria ni una fuente de energía (si bien hay algunos autores que resaltan el papel emergente de la electricidad y los modelos de producción distribuida). El protagonismo en esta ocasión lo lleva un medio de comunicación: Internet y las tecnologías que la acompañan. La disponibilidad realmente global de Internet ha permitido que para determinados asuntos las distancias sean sencillamente irrelevantes, favoreciendo que las empresas segmenten sus procesos productivos de una forma que antes ni siquiera era imaginable. La conexión a redes es una de las transformaciones más intensas de la historia, y es uno de los motores que hay detrás de lo que hemos venido en llamar globalización. Desde el punto de vista de la sociedad los cambios están siendo también brutales. En términos de empleo, los trabajadores de los países desarrollados se tienen que enfrentar a la competencia directa de los de países emergentes con menores niveles de vida (y costes de mano de obra), viviéndose un doble fenómeno: la pauperización de las clases medias en los países desarrollados frente a la emergencia de esas mismas clases en los emergentes.
Pero es que desde el lado de los comportamientos de los individuos y familias a la hora de consumir también hay grandes transformaciones. Negocios como los de la música, el cine, la prensa o la televisión se encuentran en medio de un proceso disruptivo al que las empresas clásicas parecen no adaptarse. El consumidor no quiere 12 canciones, quiere sólo las que le gustan; quiere ver las series que sigue cuando le apetece y no sólo cuando las cadenas las programen; no está dispuesto a esperar absurdas ventanas temporales para disfrutar una película en su flamante TV de “chorrocientas” pulgadas y, desde luego, no va a pagar por leer noticias que ya son viejas puesto que ha usado las redes sociales o los medios online para informarse casi en directo de las mismas. En el mundo de la moda, las tiendas físicas se están convirtiendo cada vez más en probadores a los que se va a mirar qué modelos y qué tallas de ropa o calzado hay que encargar en las tiendas online. Incluso en el mundo de la financiación, la irrupción de los modelos de crowdfunding pueden ser leídos como un avance de transformación en el sistema bancario tradicional, al incorporar unas mayores libertad y posibilidades para los ahorradores o para las personas y empresas que precisen financiación. La multiconexión nos hace potencialmente más informados y más libres, pero nos igualmente debería obligarnos a ser más responsables y conscientes de nuestros propios actos.
Estamos viviendo un tiempo de cambio que nos supondrá replantearnos muchas de nuestras ideas preconcebidas y, con ellas, algunas instituciones que hasta hoy parecían indispensables. Al mismo tiempo tendremos que crear otras que den respuesta a las nuevas necesidades. En este nuevo tiempo en el que nos adentramos habrá pasos adelante y atrás. Habrá revueltas, habrá desajustes, habrá, quién sabe, nacimientos y desapariciones de estados. Habrá líderes que sepan leer los cambios y que guíen con inteligencia a sus pueblos y habrá otros que o no los entiendan o que pretendan sacar partido de los mismos. Hasta ahora, casi todas las revoluciones habidas han terminado alumbrando un mundo esencialmente “mejor” que el anterior: al menos en lo que a niveles de vida y cultura se refiere. Ésta tiene el potencial de llegar más lejos que ninguna, pero también puede suponer una espita para que conflictos nuevos y viejos, hoy larvados o de baja intensidad, exploten con efectos potencialmente desestabilizadores.
En resumen, estamos al inicio de una “bisagra temporal”, en un tiempo de transformación profunda de la sociedad y de la economía, que bien podría consumir un par de generaciones hasta estabilizarse y alumbrar un nuevo “equilibrio”. A lo largo de los próximos años, muchos de nosotros nos sentiremos perdidos, y hasta es posible que no seamos capaces de entender lo que nos suceda. Pero a buen seguro otra parte será capaz de mantener viva la esperanza y de llevar a buen puerto esta nueva Revolución.